La Madre enterrada bajo las piedras

by ochizuro

Sierra Madre Occidental , Coahuila México. 2014

Y fue antes del principio,

cuando aún el sol no sabía su camino,

que la Madre se alzó de entre la niebla.

Alta y callada, coronada de nieve,

cubrió la tierra con su manto de pinos.

De su seno brotaron los ríos,

y el canto del agua fue su primer rezo.

Las bestias bebieron de sus lágrimas,

y los hombres hallaron en sus laderas la palabra “hogar”.

Al caer la tarde,

su rostro se tiñe de rojo y de oro,

y los cielos se incendian con su belleza.

Así muestra su rostro a los mortales,

recordándoles que la hermosura también quema.

Ella amó a sus hijos.

Los alimentó con frutos, los cubrió con sombra,

los dejó dormir bajo su aliento fresco.

Pero ellos abrieron su carne buscando tesoros,

y le arrancaron las entrañas sin mirar al cielo.

Y aun así, ella no los maldijo.

Solo cerró los ojos y tembló.

Porque los hijos siempre quitan más de lo quedan.

Hubo un tiempo en que la llamaron Tonantzin,

y bailaban en su honor al amanecer.

Luego vinieron los hombres de cruz y hierro,

y la vistieron con otro nombre,

pero el eco de su canto siguió entre los cerros.

Ahora, cuando el viento baja entre los valles,

se oye su voz:

una voz antigua, dolida,

que promete agua al que sufre

y piedra al que olvida.

Porque la Madre no muere.

Solo espera.

Y cuando despierte del todo,

volverá a cubrir el mundo con verde y con silencio.